Los Endóndes del chile
¿CUÁNTA VIDA encapsulada hay en tu vaina de venas esponjadas y de semillas empiojadas y ardientes? ¿Cuánto sadismo del sabor y cuántos elementos ocultos en tu picante fama?. El masculino órgano del orgasmo tiene forma de ají bien temperado y también de arrugado pimiento con su escoltad e marugas y asherís del fruto seco y de guirnaldas lanceoladas y de rocote con sus ruedas de fuego. ¿Cuenta chiles el sexo? El mentiroso cápsicum es sólo la puntita del grito: Abeba del quechua; Trrili-trrile-chile-chilli-chille raíz de la gaviota zorra de las astucias del aire, en aimará: confin del mundo y en náhuatl, el embuste; noción del ápice, punta de la llama polar; estrella pentapicos. Carmisaicina de los carnívoros –calor estimulante y alburena de lenguas- rubefaciente en las mejillas de la novia, empuje y ráfaga bajo las ilusiones y licencias. Ahora, cuéntame tú, tus papilares acrobacias arbitrales, funámbulo de la boca y el coño; objeto del más puro deseo mexicanísimo gallito del idioma ensalivado, retador, erecto. Nos mandas a la matria prepotente que es del insulto lugar sin regreso. Mesa de los ardore, penilengua del sexo; nada que no incorpore en sus peludeces poéticas el pueblo: vivificante en gárrulas sapiencias de viandas; remolido, soasado, en rajas de sabor, en salsa verde, en tacos de funeral estrago, en rojos cascabeles, en piélagos de mole; ahogados en vinagre, en jalapeños rellenos; en cera de habaneros, en árboles de ardores colgando sus narigueras enjoyadas, en piquines pequeños y perfectos; todo el instrumental de las torturas para el Marqués de Sade de los alimentos terrestres. Hoy rescato tus vírgulas de aroma para las pituitarias del castigo, y en vanos circunloquios te temo, humo denso en los braseros. Te temo y te venero, padre de las agruras esofágicas y mínima campana del anular repique, tipología de variedades innombrables en las tuberías encerradas del viento. ¿Dime, diocesillo en el grano de la sal, enrollado fermento en la tortilla, cómo te nombro? Fundamento en el pico de los pájaros que pican sin el pico, ¿en dónde está la cresta que volando embaraza; en dónde el gentilicio de una nación de espumas y de espermas? ¿En dónde el lancetazo del dolor, que le dio a las palabras el gusto del racimo de glándulas? Yo busco en tus endóndes para arrimarlos a la rima en la sabiduría del aliento (por siempre inexplorada) ¿quién o cómo edifica la bala vegetal que se expande en el paladar como en la bóveda del gusto? ¿Quién construye la complicada arquitectura donde oficia sus posibilidades el poema? Se oye el viento, que pasa sin permiso; el agua fluye en la raíz sin interdicto de gusanos; dora el fuego su clorofila en luz, sin que nadie le falte al más mínimo respeto; y la tierra se apasiona en amores. Yo voy diciendo, por vocación extraña, el nombre de las cosas…
Raymundo Ramos